Cinco mitos que han permitido al colonialismo ruso mantenerse oculto a plena vista

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Varios días antes de que comenzara la invasión rusa a gran escala de Ucrania y, con ella, el genocidio de mi pueblo, me encontraba sumido en una profunda agonía. Allí estaba yo, un periodista ucraniano que había dedicado una década a concienciar al mundo sobre el comportamiento colonialista de Rusia. Pero, una vez más, el mundo se refería a la carnicería masiva que se avecinaba como algo sin precedentes, nuevo y desconcertante. Canalizando mi ansiedad para convertirla en periodismo, comencé un hilo en X en el que enumeraba casos de invasiones rusas ocurridas en los últimos ciento once años. No se trataba de hacer un análisis académico o lleno de matices, sino de interconectar acontecimientos independientes y aparentemente no relacionados entre sí. Rusia, bajo distintos regímenes y gobernantes, ha utilizado la misma fórmula para consolidar su dominio colonial en el espacio que la rodea: manipulación, invasión y exterminio. Desde entonces, la publicación se ha vuelto viral y la he convertido en una guía en papel, ilustrada por artistas de guerra ucranianos.

La justicia es el motivo inicial y fundamental para exponer a Rusia como un imperio fascista colonial con un historial de terrorismo organizado que sigue una fórmula muy arraigada. También se trata de poner freno a la argumentación popular de que «es la guerra de Putin y los rusos son también víctimas». La idea es poner de manifiesto que Rusia ha sido siempre así y seguirá siéndolo mientras no tenga que rendir cuentas. Pero, citando a Shuhada’ Sadaqat —una leyenda del arte anticolonialista anteriormente conocida como Sinéad O’Connor—, «para que pueda haber justicia, antes debe haber conocimiento y comprensión». Mientras el mundo no deje de ignorar el problema del colonialismo ruso, se sucederán distintos regímenes y generaciones en Rusia y el fascismo ruso seguirá aterrorizando a las sociedades que la rodean, como la mía.

En muchos sentidos, la misión de conservar y divulgar la narrativa y la investigación sobre el colonialismo ruso se enmarca en mi labor de toda una vida abordando la desinformación procedente de Rusia. Es más, el hecho de que este fenómeno haya sido ignorado y marginalizado en todo el mundo durante tanto tiempo es el mayor éxito de la fábrica de mitos de la propaganda rusa. En reconocimiento a la magnífica labor de mis colegas de EUvsDisinfo, quiero profundizar en cinco mitos clave que impiden que veamos a Rusia como país colonizador.

1. El colonialismo es únicamente lo que los occidentales hicieron a las personas racializadas en el sur global.

Aquellos que insisten en que el colonialismo es complejo y difícil de comprender tienen razón y están equivocados al mismo tiempo.

Es fácil comprenderlo si se activa la empatía y se tiene la vivencia de ser subyugado u oprimido, ya sea de manera individual o como parte de una comunidad. Quien cumple estas premisas, reconoce el colonialismo en cuanto lo ve. He viajado por todo el mundo y he conocido a personas con culturas y contextos muy distintos a los míos. Es posible que utilizáramos términos diferentes para etiquetar nuestras experiencias, pero al compartir historias íntimas de supervivencia a la violencia colonial, no había cabida para los malentendidos. Hablando con amigos sudsudaneses, kazajos (o qazaqs, según la grafía indígena y no la transliteración rusa), irlandeses o de Afar, resulta casi instintivo el reconocimiento de lo que es y hace el colonialismo.

Mariam Naiem, una reconocida investigadora cultural ucraniana que suele documentar y someter a un estudio crítico su propia descolonización, se refiere a la «alienación cultural» como una característica universal del colonialismo: la devaluación y el rechazo de la propia cultura por «primitiva» y la atribución de valor a una cultura diferente, dominante e impuesta por los colonizadores. «He dedicado infinitas horas a tratar de erradicar mi “vergüenza cultural”: el complejo de inferioridad interiorizado que hace que la gente devalúe la cultura de su propia comunidad. Pero este es el proceso para llegar a la sanación», escribe Naiem.

La parte difícil empieza cuando se aborda la taxonomía de todo ello. El colonialismo adopta muchas formas. Es fundamental diferenciar entre imperialismo (más ligado a la economía y la usurpación de tierras) y colonialismo (más relacionado con la identidad y la cultura), y comprender por qué Rusia es, en efecto, un imperio colonial. En una serie de vídeos explicativos producidos por Mariam Naiem y por mí para Volya Hub, hacemos hincapié en el hecho de que un imperio colonial no es exclusivamente territorial; para empezar, está vinculado a la identidad y a la forma en que el imperio ejerce su dominación, erradicándola o mutilándola. Cada vez es más amplio el corpus de investigación que argumenta que el colonialismo puede adoptar muchas formas. Incluso refiriéndonos solo a la subyugación del imperio colonial ruso, esta conforma todo un abanico, desde Ucrania (más información sobre la apropiación de la identidad ucraniana) hasta Kazajistán (más información sobre la supremacía blanca), siendo el colonialismo de poblamiento un elemento común.

No siempre se manifiesta en forma de colonias de ultramar y esclavización de personas racializadas.

Esta no deja de ser una visión arcaica propia de investigadores occidentales y una reminiscencia de la «mirada colonial» occidental: el hecho de que los imperios coloniales occidentales fuesen así no significa que el colonialismo vaya a tener siempre estas características. No podemos analizar las experiencias coloniales globalmente solo desde la perspectiva de Occidente.

2. Hay que fijarse en Moscú para entender a Rusia

El telón de acero no solo se refiere a la Unión Soviética, sino también a la cultura del control que Rusia ha ido construyendo durante siglos y que aísla a todas las voces de los pueblos que esclaviza. Moscú poseía el monopolio absoluto a la hora de explicar a los extranjeros quiénes éramos, de dónde veníamos y cuál era nuestro destino. Tenía además la capacidad de crear, a golpe de autoritarismo, una mitología sobre lo que es Rusia y quiénes son los rusos. Como consecuencia, existe una tendencia en el extranjero consistente en que todo lo relacionado con Rusia o con los países que la rodean es siempre explicado únicamente por los rusos.

De este modo, al mirar desde el prisma del colonizador, ha cristalizado un conocimiento global distorsionado de quiénes son los ucranianos, los qazaqs o los moldavos. Ya es hora de descolonizar.

Así, la denominada cultura Tolstoyevsky y su visión romántica de la «gran cultura rusa» ha sido abanderada por Moscú en todo el mundo, mientras quedaba oculto el hecho de que procedía del pillaje y la apropiación de las culturas indígenas colonizadas por Rusia. Ya es hora de descolonizar.

Así es como se llega a que cada institución académica occidental que se precie tenga un departamento «Eslavo/de Europa del Este/Eurasia/Rusia» que produce miles de «expertos en Rusia», pero que son totalmente incapaces de predecir el genocidio que se está produciendo en Ucrania. Ya es hora de descolonizar.

Así es como Rusia ha logrado construir el mito de que es un Estado que lucha contra el imperialismo, contra el colonialismo y contra el racismo, a pesar de haber institucionalizado el racismo detrás de su telón de acero y de su historial de conquistas coloniales de ultramar, incluidas África y América.

Por este motivo, hasta hoy, las voces que surgen de Ucrania (u otras colonias y excolonias rusas) deben competir e incidir en el hecho de que el genocidio que se está produciendo en Ucrania no es algo sin precedentes. Ha ocurrido muchas veces antes y ocurrirá muchas más mientras el colonialismo ruso siga sin rendir cuentas ni ser expuesto.

Son los supervivientes del colonialismo quienes deben encabezar las conversaciones, no los colonizadores y sus descendientes; solo así habrá más diversidad y matices en este diálogo.

3. El colonizador es la víctima, el resto del mundo es rusófobo

«Traemos la civilización», dicen. «Hemos venido a protegeros», aseguran. «Nos estamos defendiendo», argumentan.

Rusia siempre recurre a una retórica victimista para justificar sus agresiones, ya sea en el genocidio que está perpetrando en Ucrania o en las invasiones de Sakartvelo (Georgia) en 2008, de Finlandia en 1939 y de Irán en 1911. Y cuando el imperio recibe críticas por su beligerancia, todos los regímenes rusos responden con un único argumento: «rusofobia». Incluso en la actualidad, utilizan y repiten como loros este argumento, tanto Putin como, incluso, los rusos que afirman ser su oposición.

Este texto se ha extraído de un testimonio presentado ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas por Timothy Snyder, uno de los historiadores expertos en Europa del Este más prestigiosos del mundo:

El poder imperial deshumaniza a la verdadera víctima y afirma ser la víctima. Cuando la víctima (en este caso, Ucrania) se opone a ser atacada, masacrada y colonizada, el imperio aduce que el deseo de que les dejen en paz es poco razonable, enfermizo. Es una “fobia”. Este argumento de que las víctimas son irracionales, por su condición de “fóbicas”, de que tienen una “fobia”, tiene por objeto distraer de la experiencia que viven las víctimas en el mundo real; una experiencia, por supuesto, de agresión, guerra y atrocidad. El término “rusofobia” responde a una estrategia imperial diseñada para desviar la atención de la guerra de agresión en curso hacia los sentimientos de los agresores, de manera que se suprime la existencia y la experiencia de las personas que más daño sufren. El imperialista dice: «Somos las únicas personas presentes aquí. Somos las verdaderas víctimas. Y nuestros sentimientos heridos cuentan más que las vidas de otros seres humanos”».

Si yo sugiriese que es un delito de odio contra los británicos, los franceses o los americanos hablar de sus crímenes coloniales o que es un abuso hacia quienes abusan pedir que rindan cuentas por ello, se me condenaría en todo el mundo, tanto en el norte como en el sur global. ¿Por qué aplicamos otro rasero en el caso de Rusia?

4. «Inocencia imperial»

«El zar lo hizo», dicen. «Stalin lo hizo», alegan. «Putin lo hizo», afirman.

La sociedad rusa arrastra desde hace mucho un problema no resuelto con el imperialismo, el fascismo y el colonialismo. Incluso hoy en día, los rusos que se oponen a la guerra suelen preferir culpar de los crímenes genocidas que comete o ha cometido su país a un único dictador, dirigente o régimen. Cualquier debate sobre el reconocimiento de la cultura de violencia colonial centenaria por parte de Rusia provoca las mismas quejas de «rusofobia» entre los defensores de Putin y sus detractores rusos.

Un importante pensador qazaq, Botakoz Kassymbekova, acuñó el término «inocencia imperial» para referirse a este fenómeno. Los rusos «esperan lealtad de sus antiguas colonias, lo que incluye conocer el idioma ruso, profesar lealtad política y unirse contra la influencia occidental. Según esta visión imperial, el dominio ruso sobre pueblos no rusos no es colonialismo, sino un regalo de modernidad. Es un acto profundamente altruista realizado en beneficio de pueblos atrasados. El rechazo del dominio cultural ruso, con actos como desarrollar políticas de exterior independientes y oponerse a la visión rusa de la historia soviética, constituye una deslealtad política… perseguir la independencia desencadena un sentimiento de victimismo en Rusia, como si estar en desacuerdo con su autoimagen imperial fuese un ataque a la grandeza cultural rusa», escribe Kassymbekova en un ensayo pionero sobre el colonialismo ruso.

El mito de la inocencia imperial es la piedra angular ideológica que conecta a varios regímenes rusos a lo largo de la historia en su constante y compartida lucha por perpetuar el dominio colonial ruso. También es lo que ha permitido a la propaganda imperial rusa lanzar un mensaje siempre coherente, incluso a pesar de los muchos cambios en la forma en la que les gusta llamarse: zarato, imperio, unión o federación. Ello ha permitido a Moscú ocultar la naturaleza colonial de su imperio todo este tiempo. De este modo, ponen a cero el contador de la rendición de cuentas y eluden toda responsabilidad por los crímenes anteriores cada vez que cambian de dirigente: «Señores, lo sentimos mucho, tenemos un nuevo régimen y todo lo que ocurrió en el pasado forma parte del pasado».

Se trata de la estrategia publicitaria de control de daños más efectiva que se haya creado.

5. Rusia no puede ser un Estado colonizador porque a lo largo de su historia no le ha plantado cara ninguna víctima

A pesar de que llevo más de diez años investigando el colonialismo ruso, sigue sorprendiéndome lo difícil que resulta hallar pruebas documentales visuales de los crímenes coloniales rusos o de las decenas de millones de víctimas, incluso en la historia relativamente reciente. Moscú puede deportar a toda una nación de un día para otro, como ocurrió en la década de los 40 con los crimeos y los calmucos —qirimli y kalmyki—, pero resulta casi imposible encontrar pruebas fotográficas o audiovisuales de dominio público de estos crímenes. Es incluso más difícil dar con pruebas de las incursiones rusas en comunidades indígenas aisladas de Siberia o el Ártico.

¿Y eso por qué? Esta labor sistemática de ocultación y destrucción de pruebas históricas de los pueblos colonizados es inherente al éxito colonial ruso. Después del 24 de febrero de 2022, los rusos ocuparon mi pueblo, en la región de Zaporiyia. Una de las primeras cosas que hicieron fue arrasar los archivos locales y las bibliotecas y confiscar y quemar todo aquello que encontraron escrito en idioma ucraniano. Incluso destrozaron intencionadamente álbumes de fotos familiares en algunas casas del pueblo.

La política rusa de reescritura de la historia y destrucción de las fuentes auténticas que contradicen la ideología de dominio civilizador ruso se ha mantenido inalterada durante siglos, con regímenes sucesivos.

Así, cuando se erradica por completo tu identidad indígena, es mucho más fácil para el imperio decir quién eres, de dónde vienes y cuál será tu destino.

Del conocimiento a la justicia. ¿Qué es lo próximo?

La resistencia de los ucranianos inspira ahora a todo aquel que ha vivido en sus carnes lo que es el colonialismo ruso, desde Chequia hasta Kirguistán. Si Ucrania cae, este ciclo interminable de terrorismo colonial proseguirá. Rusia invadirá más países, usurpará más tierras, acallará más voces indígenas. Por tanto, al expulsar al imperio de su territorio, Ucrania ha ejercido y ejercerá la influencia más determinante para la existencia o no de un futuro para estas historias sobre liberación, fin de un imperio y descolonización.

La mejor forma de acabar con un imperio es apoyar a las fuerzas armadas ucranianas. En todas mis conversaciones sobre colonialismo ruso, insisto en que toda la labor realizada para dejar al descubierto el imperialismo colonial ruso será en vano si Ucrania no recibe suficientes armas.

Lo siguiente es una labor de reflexión interior y poner el foco en las voces de los supervivientes, no en la voz del opresor.

Como autor, practico el periodismo empático y centrado en la justicia. De manera que, para lograr su expresión plena, la labor de explicar y exponer la cultura del colonialismo ruso debía ser profundamente personal para mí. Mi árbol genealógico está lleno de espacios vacíos debido a que muchos de mis ancestros fueron asesinados, secuestrados o deportados por colonizadores rusos. Toda la vida he estado luchando con una grave confusión identitaria según la cual no sabes mucho sobre tus raíces y has sido condicionado para despreciar lo poco que sí sabes. Reconectar con mi ucranianidad requiere sólidas habilidades de periodismo de investigación, pero, una vez que emprendí ese viaje, comencé a ver que no se trata ni de un accidente ni de una historia individual, sino que forma parte de un plan más amplio de esclavitud y rusificación encaminado a suprimir mi identidad. Así, cuando se erradica por completo la identidad indígena, es mucho más fácil para el imperio decir quién eres, de dónde vienes y cuál será tu destino.

«¿Cuánto de tu identidad y visión del mundo es auténtico y cuánto ha sido impuesto por un colonizador?» No siempre hay una respuesta nítida; la descolonización puede llevar una vida entera. Pero es esencial comenzar este viaje educativo, tanto para los supervivientes como para aquellos que se han comprometido a poner fin a todas las formas de imperialismo y colonialismo.

Cuando abres la guía Russian Colonialism 101, la primera página solo contiene una frase: «El imperio caerá». Necesitaba empezar el libro con esperanza en estos tiempos de oscuridad. También es un hecho. Todos los imperios se desmiembran. Con conocimiento, justicia y derrota militar, también a Rusia le ocurrirá. El único plan de paz eficaz posible es el de una Rusia fragmentada, desarmada y descolonizada.

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