Jugando con fuego nuclear

La brutal guerra de agresión no provocada de Rusia contra Ucrania lleva arreciando casi seis meses. Y del mismo modo que los invasores en los campos de batalla que salpican Ucrania, los fanáticos de la desinformación pro-Kremlin son cada vez más temerarios y despiadados en los campos de batalla del espacio informativo.
Con anterioridad, hemos escrito cómo se ha empleado desinformación, que raya en un discurso de odio desaforado, para deshumanizar a las víctimas de la guerra en Ucrania, lo que ha llevado a los invasores a perpetrar atrocidades muy reales en Bucha, Mariúpol y Kramatorsk, por nombrar solo algunos lugares. La insensibilidad y el desprecio por la repercusión humana de sus palabras constituye una característica distintiva de los troles de desinformación del Kremlin.
Ahora, parece que han puesto en su mira a otro objetivo: la central nuclear de Zaporiyia (CNZ). Al hacerlo, ignoran los riesgos de un error de cálculo, una escalada o un simple error humano que su desinformación podría acarrear.
Esta no es la primera vez que la maquinaria de manipulación y desinformación del Kremlin emplea un miedo profundamente arraigado y muy razonable a una catástrofe nuclear para promover sus objetivos políticos y militares en Ucrania. Las acusaciones de que Ucrania se está preparando para cometer provocaciones y atentados terroristas, de que Ucrania está bombardeando la CNZ para activar una misión internacional de mantenimiento de la paz, de que los Estados Unidos tienen laboratorios secretos en la CNZ, de que Occidente estaba preparando una provocación nuclear, radiológica, biológica y química y de que Occidente es responsable de que Ucrania bombardee la CNZ, son solo algunos de los últimos ejemplos de la desinformación pro-Kremlin. La táctica es conocida: lanzar tantas acusaciones como sea posible y ver qué es lo que cuela.
Podría parecer una locura absoluta similar a la de la película Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú?: jugar a la «gallina nuclear» con el mundo y ver quién es el primero en amedrentarse. Sin embargo, si los líderes del Kremlin no tienen ningún reparo moral en utilizar la desinformación sobre la seguridad alimentaria como arma geopolítica, también es probable que carezcan de escrúpulos cuando se trata de poner al mundo en riesgo de sufrir una catástrofe nuclear.
Más allá de la desinformación que impregna los programas de entrevistas rusos, los medios de comunicación impresos y en línea y las redes sociales, el Kremlin también ha suscitado los temores nucleares al más alto nivel internacional. Ha utilizado a sus diplomáticos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para acusar falsamente a Ucrania o para culpar a los Estados Unidos de bloquear el envío de una misión de investigación del Organismo Internacional de Energía Atómica.
Ningún discurso internacional sobre la cuestión nuclear estaría completo sin los tropos de desinformación habituales del Kremlin sobre el control de armas, al acusar sin fundamentos a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) de violar el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). Pero incluso los expertos en control de armas de Rusia saben muy bien que los acuerdos de intercambio nuclear de la OTAN cumplen plenamente con el TNP. Estas quejas aún son más hipócritas, si cabe, dada la retórica nuclear agresiva de Rusia, que se ha intensificado desde que comenzó la guerra.
En caso de duda, la culpa la tienen los Estados bálticos
Alimentar los temores nucleares y jugar con la seguridad mundial no fueron los únicos pasatiempos de los divulgadores de desinformación pro-Kremlin. También tuvieron una semana muy ajetreada a la caza del espectro imaginario del nazismo en una de sus regiones objetivo favoritas, los Estados bálticos. El último acicate para gritar «¡rusofobia!» llegó después de que Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia, Polonia, Chequia y Eslovaquia pidieran suspender la expedición de visados de turista a Rusia mientras ese país esté librando una guerra en Ucrania.
Según lo previsto, los propagandistas del Kremlin trataron de superarse unos a otros. Algunos emplearon esta oportunidad para reflexionar sobre las divisiones internas en la Unión Europea, mientras que otros derramaron lágrimas de cocodrilo por la ruptura irreversible de las relaciones de Occidente con Rusia. El tema general fue el de las acusaciones manipuladoras. Algunos comentaristas establecieron falsos paralelismos históricos con las políticas de los nazis respecto a los judíos en los años treinta del siglo pasado.
Pero a los ojos de los medios de desinformación controlados por el Estado ruso y sus lacayos, los Estados bálticos han sido más pícaros que en sus habituales travesuras. Según el Kremlin, la decisión de Letonia de declarar a Rusia un Estado patrocinador del terrorismo demuestra que la «rusofobia» en ese país está totalmente fuera de control. Para un adalid del Derecho internacional como Rusia, esta designación es una afrenta a todo lo que les es sagrado. Para muchos observadores, declarar a Rusia Estado terrorista es lógico, ya que el Kremlin utiliza el miedo, la violencia, la hostilidad y la guerra abierta para fomentar la inestabilidad internacional con fines geopolíticos.
Estonia también estuvo en el punto de mira de la desinformación pro-Kremlin. Primero, este país instigó peticiones a la «prohibición de visados» contra los rusos normales y corrientes amantes de la paz. Después conspiró con Finlandia para hacer del mar Báltico un mar interior de la OTAN. Y para colmo, desmanteló el monumento de un tanque soviético T-34, en Narva, que hasta entonces recordaba con orgullo a los estonios cinco decenios de «liberación» soviética de la variedad más totalitaria. Los ideólogos del Kremlin no llegaron a comprender que estas acciones de Estonia pudieran constituir una respuesta justificada a un vecino cada vez más beligerante.
Quizá reacios a dejar el trabajo a medio hacer, pero con más probabilidad tan solo atrapados en sus propios delirios imperialistas, los propagandistas pro-Kremlin no desaprovecharon la oportunidad también para lanzar acusaciones contra Lituania. Entre las más imaginativas figuraba una invocación de la metáfora del telón de acero que alegaba que Lituania quiere aislar por completo a todos los rusos, pero en especial a aquellos que se oponen al régimen totalitario de Putin. La implicación de esta afirmación es que Lituania podría estar planeando utilizar disidentes para fomentar una «revolución de color» en Rusia. La afirmación es descabellada, pero durante años hemos documentado la obsesión por las «revoluciones de colores» del Kremlin.
La narrativa de desinformación subyacente a la última serie de acusaciones falsas contra los Estados bálticos es el ya de sobra conocido tropo de desinformación del Kremlin de la «soberanía perdida». En pocas palabras, los amos en la sombra de Washington están una vez más moviendo los hilos. ¿Aún duda de ello? Debería confiar en la palabra de los propagandistas del Kremlin.
En otras noticias de desinformación:
- A pesar de la cantidad ingente de pruebas irrefutables en contra de ello, el ecosistema de desinformación pro-Kremlin aún promueve la narrativa falsa de que atrocidades inconcebibles como la masacre de Bucha o el salvaje ataque a la maternidad de Mariúpol fueron provocaciones escenificadas por Occidente, que utiliza a Ucrania para guerrear contra Rusia a través de operaciones psicológicas.
- RT, el famoso medio de desinformación pro-Kremlin, afirma que Moscú observa con celo los Convenios de Ginebra sobre el trato de los prisioneros de guerra. Sin embargo, los organismos de defensa de los derechos humanos y los medios de comunicación han descrito reiteradas veces las terribles condiciones generales bajo las que las fuerzas de ocupación rusas mantienen a los ucranianos capturados.
- Varios medios de desinformación pro-Kremlin continúan difundiendo la narrativa falsa de que las Fuerzas Armadas de Ucrania han cometido crímenes de guerra y genocidio en la región del Dombás durante años. Este es un tema recurrente en la desinformación rusa y que cobró una mayor importancia como parte de una campaña de desinformación en curso que tiene como objetivo justificar la invasión militar de Ucrania por parte de Rusia.