Un dictador en pánico obliga a Bielorrusia a vivir atemorizada

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Un presidente ilegítimo presa del pánico obliga a los bielorrusos a vivir atemorizados. La represión se endurece, pero las medidas desesperadas del régimen bielorruso atestiguan su debilidad. Charlamos con Barys Haretski, vicepresidente de la Asociación de Periodistas de Bielorrusia, actualmente exiliado en Ucrania, sobre el estado del discurso público y el futuro de las voces independientes en Bielorrusia.

En primer lugar, quizá debamos abordar la situación actual en la frontera con Polonia y Lituania: ¿qué valoración hace de ella?

El régimen de Lukashenko siente la presión de las sanciones, que afectan a la economía bielorrusa, la estabilidad del régimen y su cartera. Las autoridades llevan casi medio año intentando aprovecharse de los migrantes; los traen en masa a Bielorrusia desde Iraq y otros países para después obligarlos a asaltar las fronteras de Polonia y Lituania. Hay que recordar que Europa ha invertido cantidades ingentes de dinero para cooperar con Bielorrusia en aras de asegurar las fronteras. Todos nuestros puestos fronterizos, la totalidad de nuestras fronteras con la Unión Europea (UE), han sido construidos con financiación europea. Por lo tanto, Lukashenko está enviando un mensaje: como Europa ha impuesto sanciones, la frontera no va a funcionar. Está haciendo todo lo posible para permitir que los migrantes entren en Europa.

¿Cuál es su consejo para la UE y sus Estados miembros sobre cómo manejar la situación?

Si la UE dejara entrar a esos migrantes, significaría que se permite a este pequeño dictador, que hoy día retiene a más de ochocientos presos políticos y ha creado un infierno en su propio país, que chantajee y aterrorice a sus vecinos. Hoy son los migrantes, mañana será otra cosa. Europa sabe de sobra que permitir la entrada de los migrantes significaría una victoria para Lukashenko, lo que demostraría que la poderosa Europa es incapaz de lidiar con un pequeño dictador como Lukashenko. Preveo varios tipos de provocaciones como próximos pasos: puede que se oigan disparos en las fronteras, que haya migrantes heridos. Y se culpará de ello a los guardias fronterizos polacos, a pesar del hecho de que es imposible que los polacos lleguen a tal extremo. La UE debe mantener la calma y ceñirse a sus principios; si la UE cae en esta trampa, esta situación no tendrá final.

¿Cómo describen los medios de comunicación bielorrusos esta situación?

Los medios estatales de propaganda culpan a Polonia y Lituania, alegando que estos países han provocado esta situación. Los medios de comunicación estatales están creando la narrativa de que Lituania y Polonia están obligadas a dejar entrar a los pobres migrantes, y de que estos dos países tienen la culpa de la acumulación de migrantes a lo largo de la frontera. Ahora el relato es que los polacos han creado una situación en la que los niños mueren por falta de agua en los bosques bielorrusos. Los medios de comunicación bielorrusos independientes han tratado de informar, incluso antes de esta fase aguda de la situación, sobre la forma en la que el régimen explota a los migrantes.

¿Qué nos puede contar sobre el discurso público en Bielorrusia?

Las organizaciones de medios de comunicación y los periodistas están sometidos a una fuerte represión y el discurso público está sojuzgado casi por completo. La gente teme incluso dejar comentarios en internet y solo unos pocos están dispuestos a arriesgarse a expresar sus opiniones. Un gran número de personas está en prisión, algunas tan solo por dejar un comentario [en línea]. Hace poco acaeció un incidente en Minsk, un tiroteo entre agentes de seguridad y un ciudadano: los agentes irrumpieron en la casa de un programador, que se defendió y falleció tras matar a un oficial. Cerca de doscientas personas que comentaron este incidente fueron detenidas y, actualmente, están encarceladas. Como dato curioso: solo es posible un discurso público a través de chats anónimos en Telegram, donde se pueden encontrar debates muy interesantes y la gente se atreve a participar, ya que esta aplicación permite salvaguardar el anonimato de los participantes. Si lo que se busca son plataformas públicas para el debate, estas son muy escasas. La gente está demasiado asustada como para expresar sus opinión fuera de su cocina o de forma anónima en Telegram.

Esto tiene reminiscencias de la época soviética: ¿en qué se parece y en qué se diferencia la situación actual?

Es muy difícil compararla con la época soviética, ya que por aquel entonces no existía internet. Además, dudo de que la gente tuviera tanto miedo. Desde luego, «la época soviética» no siempre fue igual: los años ochenta del siglo pasado no fueron como los años setenta o los años treinta. Lo que hoy domina es el miedo, la gente vive atemorizada. Uno puede terminar en prisión por cualquier motivo; ven una pegatina y vas a la cárcel. Tengo unos conocidos que alquilaron un piso de una persona que salió del país tras participar en las protestas. Alquilaron el piso y vivieron allí hasta que llegaron las fuerzas de seguridad. Es evidente que los inquilinos no eran a quien buscaban las fuerzas de seguridad, pero una vez detenidos los condenaron igualmente a quince días de prisión. Sospecho que el miedo es parecido al que pudo haber en 1937, pero, en verdad, la situación no se parece a la del final de la época soviética. Internet sigue existiendo y, aunque no se permite hacer comentarios, aún se puede acceder a la información. Las autoridades intentan bloquear sitios, pero todo se puede encontrar en Telegram.

En cuanto a su situación personal: ¿a qué riesgos se enfrenta?

Llevo diez años trabajando con la Asociación de Periodistas de Bielorrusia. El año pasado trabajamos con denuedo para apoyar a nuestros miembros, y no descartamos la posibilidad de que registraran nuestras oficinas, pero tuvimos cuidado de seguir las leyes. No participamos en las protestas y cumplimos estrictamente con nuestras funciones jurídicas y nuestros estatutos. En febrero de este año, se registraron nuestras oficinas y los domicilios de la mayoría de los líderes de la Asociación. El mío también: las fuerzas de seguridad registraron mi casa y confiscaron documentos, ordenadores y dinero en efectivo. La mayoría de nosotros tratamos de permanecer en Bielorrusia durante algún tiempo, protestando por los registros.

Con todo, la situación ha empeorado desde la primavera de este año. En julio, las autoridades abrieron un gran número de causas penales y, durante unos cuantos días de ese mes, más de cien periodistas fueron objeto de registros domiciliarios. Si a principios de año había tan solo cinco periodistas encarcelados, imputados por causas penales, en julio, ya eran veintinueve. Nuestras oficinas fueron registradas por segunda vez y, el 14 de julio, nuestros compañeros de derechos de los ciudadanos fueron detenidos, por lo que decidimos salir del país, ya que también hubiéramos terminado en prisión, y esto hubiera significado que no podríamos haber hecho nada para ayudar a nuestros compañeros. Las autoridades clausuraron nuestra organización y se nos prohibió trabajar en Bielorrusia, pero, por supuesto, continuamos con nuestro trabajo. Un gran número de periodistas bielorrusos están exiliados en los países vecinos, en Lituania, Polonia y Ucrania. Tenemos oficinas en Kiev, Vilna y Varsovia, los países donde vive la mayoría de los periodistas bielorrusos exiliados. Seguimos apoyando a nuestros compañeros.

¿Cuántos miembros de su organización están exiliados?

En octubre realizamos una encuesta para saber cuántos estaban exiliados, por lo que tenemos una idea bastante buena del paradero de nuestros miembros y hemos establecido formas de comunicación. Queremos saber qué necesitan nuestros miembros, qué necesitan en Kiev; qué necesitan en Vilna, etc. En la actualidad, cerca de trescientos de nuestros miembros están en el exilio, aunque la mayoría siguen en Bielorrusia. Algunos yo no trabajan en temas de actualidad cubriendo noticias políticas; otros han dejado definitivamente de trabajar en los medios de comunicación. Hace poco, las autoridades declararon como «entidad extremista» al canal Belsat, que transmite desde Polonia. No es solo su contenido lo que es «extremista»; cualquier persona con alguna conexión con Belsat es acusada de tener relación con una «entidad extremista» y corre el riesgo de sufrir consecuencias muy graves. Por lo tanto, algunos compañeros que aún siguen en Bielorrusia se vieron obligados a dejar de trabajar. De todas formas, la mayoría de nuestros miembros permanecen en Bielorrusia y alrededor de trescientos están exiliados.

¿Qué recomendaciones les daría a los responsables políticos de la UE para apoyar el discurso público bielorruso?

Lo más importante es mantener el trabajo de los medios de comunicación independientes de Bielorrusia. El régimen hace todo lo posible para exterminar o debilitar los medios de comunicación independientes. Estos medios necesitan ayuda y es necesario establecer programas para respaldar a los periodistas; programas a largo plazo para la reubicación de los periodistas forzados al exilio. Tenemos acceso a programas a corto plazo para ayudar a los periodistas durante un mes o unas semanas en el exilio. Para 2022, vislumbramos que los exiliados posiblemente tendrán que permanecer en el extranjero durante mucho tiempo: necesitan alojamiento y, o bien los medios de comunicación deben recibir apoyo para poder pagar a los periodistas lo suficiente como para que se ganen la vida en el exilio, o debe de haber programas que respalden de forma directa a cada uno de los periodistas, como becas o algo parecido. Es importante mantener el acceso de las audiencias bielorrusas a una información equilibrada.

¿Qué le da esperanza ahora mismo?

Todo cambiará en algún momento; tarde o temprano sucederá. Es probable que 2022 siga siendo un año difícil para nosotros, con represiones, detenciones, etc., pero la escalada de la represión alberga sin duda una fuente de esperanza, ya que las medidas de Lukashenko son cada vez más desesperadas. Quizá incluso la cuestión de la migración debería verse desde esta perspectiva; las medidas son del todo descabelladas. Si Lukashenko quisiera seguir gobernando el país, no tendría ninguna razón para crear este tipo de situación. Estas no son las medidas de un liderazgo seguro y tranquilo. La situación con los migrantes podría perjudicar al propio régimen. Bielorrusia vuelve a estar en el centro de la atención de los medios de comunicación mundiales, lo que obliga a la comunidad mundial a reaccionar ante las acciones del régimen. Todo ello alberga un elemento de esperanza de cambio.

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